Carlos Paz Rugby – Sprungbaks
Historias de rugby
Corría el año 1977 en nuestro pequeño club, el “Carlos Paz Rugby”, que por aquel entonces estaba transitando sus primeros pasos ya que no hacía mucho tiempo que había sido fundado. Esa tarea se logro con el esfuerzo inmenso de pocos, pero de enorme importancia y proyección, indispensables para asegurar a nuestros sucesores, y las generaciones siguientes, un patrimonio cultural, disciplinario y material, basados en la admiración mutua hacia los compañeros, como únicos testigos. Luego estos fueron los que se transformaron en mis hermanos, y esto hacía improbable el fracaso, para toda la energía aportada.
La generación a la que pertenezco, ayudó a que la historia de nuestro club, comenzara a ser reconocida en la unión cordobesa de rugby, y en este contexto fue el primer grupo que llegó para tener la división superior más o menos competitiva, ya que la mayoría de los que lo hicieron, tenían una suma de años suficientes en divisiones inferiores, pero de los que podíamos decir que éramos unos tiernos jugadores de rugby, tiernos como niños, porque solo a los niños les está concedida la capacidad de admirar a otros, y por eso para nosotros siempre fue fácil admirar a los adversarios mayores, a los que tenían colmillos desarrollados en este deporte, y sin embargo con esta humildad, que es la mejor virtud para aprender, nos transformábamos en verdaderos duros leones cuando el tackle, a cualquiera que pasara en nuestro radio de acción.
A finales de la década del 80, estábamos peleando por ascender a la primera categoría de la unión cordobesa, hacíamos un rugby de técnica que podría llamarse depurada, con forwards ligeros, teníamos la mayoría entre 18 y 19 años, reforzados con nuestros mayores, que soportaban la carga de unos 21 y 22, “todos unos veteranos”.
En este contexto, hacemos contacto con un club de Madrid España, lo cual para nuestra esfera mental, era algo absolutamente grandioso, no hay más que recordar que en esa época se pasaba una de las tantas crisis que asola nuestro país de vez en cuando, y como consecuencia nuestros viajes, eran solo de una pocas horas, pero “si” tan inolvidables como cualquiera, y esta gente venía desde “casi del otro lado del mundo”, el equipo se llamaba Sprungbacks, después nos enteramos que se había formado en Madrid, con hombres de Inglaterra, Gales, Nueva Zelanda y españoles, que Vivian en Madrid, por lo tanto era un equipo a temer, pero nosotros todavía no lo sabíamos, y organizamos la visita trabajando como los esclavos, recordando la crisis reinante, buscamos y rebuscamos dentro de nuestras posibilidades, para generar capital ya que todo estaba enfocado a que esta gente se llevara de nuestro club, la mejor imagen que podíamos ofrecer, y obtuvimos una suficiente renta gracias a todos los que ayudaron.
Como anécdota, cuento que organizamos un gran asado, con la bebida pertinente (vino), todo como medida estratégica, pensando en que si comían y bebían bien, antes del partido, tendríamos alguna posibilidad, y por supuesto que nosotros hicimos una comida ligerita, atendiendo las mesas etc.. etc… pero estos “cabrones”, no solo se comieron y bebieron todo, sino que encima nos pintaron la cara.
Esta anécdota quedó en el recuerdo siempre, luego, con las vicisitudes de la vida, en la que en ocasiones hay cosas que poco podemos controlar, tuve por necesidad que tomar la decisión de dejar todo y emprender la marcha de mi pueblo y de mi club, hacia la ciudad de Madrid, que es donde vivo actualmente.
A lo largo de los años, allí mi hijo creció lo suficiente, como para decirme un día, y que creo ha sido uno de los más felices, indicando que yo no trate de influir en su decisión, porque en España, es el planeta futbol, por lo tanto no había mucha oferta en esos años, porque pocos conocían el rugby, y aún hoy es así, pero él me dijo, con 7 años,- papa quiero probar a ver si puedo jugar al rugby.-, los lagrimones hacían tanta presión, que explotaron y formaron un surco hacia abajo.
Ya metido en el ambiente del rugby español, gracias a la decisión de mi hijo, he entrenado y por supuesto, he sido espectador de todo partido de rugby que se cruzo por mi esfera, y en todos ellos, siempre que podía, interrogaba a quien se me cruzaba por casualidad por ese equipo que nos visitó una vez en nuestro querido pueblo. Pero fue absolutamente desilusionante, y a través de los años perdí totalmente la esperanza de encontrar a alguno, porque dicho conjunto había sido disuelto hacia mucho.
Así pasaron casi 20 años, y corría el mes de marzo del año 2013, en el que estoy acompañando al primer equipo del club Arquitectura, a la ciudad de Valencia, con este grupo donde estoy aportando lo poco que he aprendido como entrenador, y allí estaba en una terracita del bar del club, bebiendo una cerveza con el otro entrenador, cuando en un momento se acerca a nosotros un matrimonio, para saludarnos y me presentan al hombre, este, al reconocer mi acento, Me pregunta:
-argentino o uruguayo?
-argentino le contesto.
-De donde?, me vuelve a preguntar,
-de Córdoba.
Vi en su expresión una cierta emoción, siguió hablando y me cuenta que en el año 1987, hizo un viaje a Córdoba con un equipo que se llamaba Sprungbaks, también con su mujer allí presente y que jugó en la Ciudad de Carlos Paz, a medida que escuchaba estas palabras, mi cuerpo iba cambiando el metabolismo de sus células, y del chip hombre mayor entrenador serio, pasaba a “formato”, -niño emocional absoluto-.
Cuando recupero la compostura le cuento que yo era una de los chicos que jugaron contra él, y seguramente fui uno de los que lo tackleo o uno de los que el habrá tackleado. Fui uno de los que los atendió en las mesas y uno de los que nunca los olvido, incluso le comenté la trayectoria de seguimiento para encontrar a alguno de los Sprungbaks.
Al conocerlo, me entere que vive a unos kilómetros de mi casa y que había jugado en el equipo más laureado de Arquitectura, como asi también que los veteranos Sprungbaks, se siguen reuniendo todos los años con la asistencia de aquellos que viven en las islas británicas, Nueva Zelanda, y Francia, todo organizado por Don Antonio Martin que es como se llama este gran señor del Rugby.
Y digo Gran Señor, porque a medida de que lo fui conociendo, cada día lo respeto mas, es una prueba evidente de que todos los que jugamos al rugby, y fuimos atrapados por su espíritu, nunca más, nos quitaremos la camiseta a rayas, que pasa a formar una cota de malla de antiguo guerrero.
Debo decir que he tenido el gran honor y el orgullo, de haber sido invitado y haber compartido este año su encuentro y comida, pasando una de las grandes veladas desde que estoy viviendo en España, junto a mi esposa y las esposas de todos, que conocían del rugby casi más que nosotros, porque muchas de ellas tienen a sus hijos jugando.
Y debo terminar diciendo que cuando dejamos de disfrutar del juego; de la sensación de los olores a ungüento de los vestuarios; la tensa calma de los mismos; los vendajes; el peso de la camiseta Uribarri; el primer paso dentro del campo de juego; de las risas en vestuarios y viajes; de un buen placaje; de la vuelta a nuestro campo luego del try, todavía podemos seguir disfrutando del espíritu del rugby, que es como esa bebida fina que guardamos en un lugar privilegiado, y solo la sacamos cuando debemos compartirla con amigos que solo conocen su sabor, porque lo han vivido como nosotros.
Gracias a los Sprungbaks y especialmente a Don Antonio Martin.
Por Eduardo Chaco Pinat